viernes, 27 de septiembre de 2013

Amor en la luna


Sobrevolando a través de la palabra te extrañe antes de haberte encontrado, y con toda la sensación que vino del futuro ya comenzamos a amarnos. El espacio tenía un lugar en el cielo bien guardado, y ahora, desde una casita en el árbol de la luna, vemos a la vida desde otro lado; el planeta tierra es una mancha importante del pasado, pero nada se compara con este amor que el destino con sus mejores manos ha logrado.

Sobrevolando la palabra en el tiempo por fin he encontrado lo que siempre he deseado.
Está impreso en el cielo y en nuestros cerebros todo lo que nos amamos. Toda una vida a nuestro lado, y de muertos, fantasmas en la luna… tomados de las manos.


martes, 24 de septiembre de 2013

Qué duro estar prensado sin remedio

 

Qué duro estar prensado sin remedio
entre los muebles tristes de la pena!
Sacar de todas partes tedio y tedio
como un innumerable mar de arena...

Qué duro ir por la vida haciendo sueños
y encontrárselos todos en el suelo,
andrajosos, sin alma, pedigüeños,
como un largo telón de desconsuelo...

Y qué duro caer sobre una cama
donde nadie nos mira ni nos ama,
donde sólo la sábana se mueve!

Y qué duro pensar que no hay remedio,
que aquí y allá no brota siempre el tedio
como una nube gris que llueve y llueve!

Jorge Debravo

lunes, 16 de septiembre de 2013

Como una barca se me fue el deseo

 

Como una barca se me fue el deseo.
Como una absurda barca
llena de besos y de piel madura.

Extravié la manera de abrazarte
en no sé que lejanas, olvidadas comarcas.
Estoy perdido en medio de tu carne.

En el fondo de tus ojos me despierto
solo como una estatua.
Tu amor me sabe a exilio.

Como exiliado llego hasta tu almohada.
Como a un extranjero tú me aguardas.

Jorge Debravo

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Allende

 

Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza


para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza


para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre del paz era una fortaleza


para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.

Mario Benedetti

jueves, 5 de septiembre de 2013

Poema cuarto (Canción del Esposo a su Amada)


Asomada a mi pecho
tatuada en él como la edad
y el daño.


Como una suave grey de colinas
cuyo rumbo retorna con el alba,


Habla mi amada
con su amor que tiene
apenas pecho diurno y voz descalza.


A mi sombra
se bordearon de pulpa su caderas.


Por mí arrea con sus pechos
el ganado del alba,


Y la tarde a su paso se quebranta,
como de junco herido
y laurel entornado.


Párpados transitados
de nieve y mediodía,


Pozo donde mi boca
desmedida resbala
como torrente de paloma
y sal humedecida.


Sobre los muslos te pusieron
racimos de ira y vocación de besos.


Yo haré que de tus muslos
bajen manojos de agua,
y entrecortada espuma,
y rebaños secretos.


Ven,
Amada.


Los árboles
todos tienen tu cándida estatura,
y tu párpado caído,
y tu gesto mojado,


Edificio de alondras
habitado de climas
donde legisla el sol
sobre viñedos de oro.


A tu sombra
me encontrarán los pájaros salvajes.


Tu voz de aire caído
entre cuatro azucenas,
desfilará en mi oído
como acude la tarde.


Ven,
te probaré con alegría,
tú soñaras conmigo
esta noche.

Eunice Odio

Poema tercero (Consumación)


Tus brazos
como blancos animales nocturnos
afluyen donde mi alma suavemente golpea.


A mi lado,
como un piano de plata profunda
parpadea tu voz,
sencilla como el mar cuando está solo
y organiza naufragios de peces y de vino
para la próxima estación del agua.


Luego,
mi amor bajo tu voz resbala,


Mi sexo como el mundo
diluvia y tiene pájaros,


Y me estallan al pecho palomas y desnudos.


Y ya dentro de ti
yo no puedo encontrarme,
cayendo en el camino de mi cuerpo,


Con sumergida y tierna
vocación de espesura,


Con derrumbado aliento
y forma última.


Tú me conduces a mi cuerpo,
y llego,
extiendo el vientre
y su humedad vastísima,
donde crecen benignos pesebres y azucenas
y un animal pequeño,
doliente y transitivo.


II
Ah,
si yo siquiera te encontrara un día
plácidamente al borde de mi muerte,
soliviantando con tu amor mi oído
y no retoñe...


Si yo siquiera te encontrara un día
al borde de esta falda
tan cerca de morir, y tan celeste
que me queda de pronto con la tarde.


Ah,
Camarada,


Cómo te amo a veces
por tu nombre de hombre


Y por mi cuello en que reposa tu alma.

Eunice Odio

Poema segundo (Ausencia de amor)


Amado
en cuyo cuerpo yo reposo,


cómo será tu sueño
cuando yo te he buscado sin hallarte.


Oh,
Amado mío, dulcísimo
como alusión de nardo
entre aromas morenos y distantes,


Cómo será tu pecho cuando te amo.


Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo
y tu voz,
un manojo de lámparas.


Amado,
hoy te he buscado
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
donde los edificios
no se alegran al sol,
como frutales conchas
y celestes cabañas.


Y andaba yo
con un crepúsculo enredado entre la lengua,


Con aire de laguna
y ropa de peligro.


Me vio desde su torre
un auriga de jaspe,


yo te andaba buscando
por entre el verde olor de sus caballos,


Por entre las matronas
con pañales y pájaros;


Y pensando en tu boca
reposaban mis ojos,
como palomas diurnas
entre hierbas amargas.


Y te buscaba entonces
por las inmediaciones de mi cuerpo.


Tú me podías llegar
desde el suceso cálido.


II
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,


Junto a alquerías errantes
guardadas por el campo
y de agitado pasto vencidas y entornadas.


Y de pronto llegaste,
huésped de mi alegría,
y me poblé de islas
con tu brillante dádiva.

Desde la brisa fresca llegaste
como un niño con un pañuelo blanco


y la noche voló de sueño entre las ramas,
junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.


Amado,
en cuyo cuerpo yo reposo
y en cuyos brazos desemboca mi alma,


Cómo será no hallarte en la distancia,
y llegar a tu cuerpo como los alimentos
reanudados al calor de la gracia
necesaria y perdida.


Estar donde no estoy más que de paso,
no estar donde tu aliento me contiene
y me desgarra
como una piedra el alma.


Cómo será tener,
de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
congregado y solo.
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,
y no te he hallado.


Cómo será buscarte en la distancia.

Eunice Odio

Poema primero (Posesión en el sueño)

Ven
Amado.

Te probaré con alegría.
Te soñaré conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.

Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo.

Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma.

Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.

Ven

Te probaré con alegría.

Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.

Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total , sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.

Ven
te probaré con alegría.

Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarás aromas caídos nuestras bocas.

Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
Eunice Odio