Amado
en cuyo cuerpo yo reposo,
cómo será tu sueño
cuando yo te he buscado sin hallarte.
Oh,
Amado mío, dulcísimo
como alusión de nardo
entre aromas morenos y distantes,
Cómo será tu pecho cuando te amo.
Cómo será encontrarte cuando es amor tu cuerpo
y tu voz,
un manojo de lámparas.
Amado,
hoy te he buscado
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
donde los edificios
no se alegran al sol,
como frutales conchas
y celestes cabañas.
Y andaba yo
con un crepúsculo enredado entre la lengua,
Con aire de laguna
y ropa de peligro.
Me vio desde su torre
un auriga de jaspe,
yo te andaba buscando
por entre el verde olor de sus caballos,
Por entre las matronas
con pañales y pájaros;
Y pensando en tu boca
reposaban mis ojos,
como palomas diurnas
entre hierbas amargas.
Y te buscaba entonces
por las inmediaciones de mi cuerpo.
Tú me podías llegar
desde el suceso cálido.
II
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad
y tu ciudad extraña,
Junto a alquerías errantes
guardadas por el campo
y de agitado pasto vencidas y entornadas.
Y de pronto llegaste,
huésped de mi alegría,
y me poblé de islas
con tu brillante dádiva.
Desde la brisa fresca llegaste
como un niño con un pañuelo blanco
y la noche voló de sueño entre las ramas,
junto al gozo del agua y el rastro de la abeja.
Amado,
en cuyo cuerpo yo reposo
y en cuyos brazos desemboca mi alma,
Cómo será no hallarte en la distancia,
y llegar a tu cuerpo como los alimentos
reanudados al calor de la gracia
necesaria y perdida.
Estar donde no estoy más que de paso,
no estar donde tu aliento me contiene
y me desgarra
como una piedra el alma.
Cómo será tener,
de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
congregado y solo.
Amado,
hoy te he buscado sin hallarte
por entre mi ciudad y tu ciudad extraña,
y no te he hallado.
Cómo será buscarte en la distancia.
Eunice Odio
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