jueves, 5 de septiembre de 2013

Poema tercero (Consumación)


Tus brazos
como blancos animales nocturnos
afluyen donde mi alma suavemente golpea.


A mi lado,
como un piano de plata profunda
parpadea tu voz,
sencilla como el mar cuando está solo
y organiza naufragios de peces y de vino
para la próxima estación del agua.


Luego,
mi amor bajo tu voz resbala,


Mi sexo como el mundo
diluvia y tiene pájaros,


Y me estallan al pecho palomas y desnudos.


Y ya dentro de ti
yo no puedo encontrarme,
cayendo en el camino de mi cuerpo,


Con sumergida y tierna
vocación de espesura,


Con derrumbado aliento
y forma última.


Tú me conduces a mi cuerpo,
y llego,
extiendo el vientre
y su humedad vastísima,
donde crecen benignos pesebres y azucenas
y un animal pequeño,
doliente y transitivo.


II
Ah,
si yo siquiera te encontrara un día
plácidamente al borde de mi muerte,
soliviantando con tu amor mi oído
y no retoñe...


Si yo siquiera te encontrara un día
al borde de esta falda
tan cerca de morir, y tan celeste
que me queda de pronto con la tarde.


Ah,
Camarada,


Cómo te amo a veces
por tu nombre de hombre


Y por mi cuello en que reposa tu alma.

Eunice Odio

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