Os invito
a usar la rosa en vez del paracaídas
y la ametralladora;
a escuchar la fábula
de la noche cuando los cuentos
giran en torno a la candela;
a saber cómo fue el alba
un poco antes
entre los cipreses asueñados;
a ver, desde un balcón las golondrinas,
desde un avión de paz,
los grises pueblecitos junto al lago.
Hay otras invitaciones más lujosas:
os invitan a construir rascacielos,
a monopolizar el aceite de la tierra,
a conquistar Corea,
a desatar, allá en la dulce cintura de Vietnam
una faja de violación y sangre,
o a navegar cómodamente en trasatlántico.
Escoged. Os aseguro, hermanos,
que os invito al futuro.
-Esto no es un sermón
ni un tratado.-
Ya dos veces, los que aceptaron
esas invitaciones importantes,
sobre los rascacielos,
los pozos de petróleo,
y la tierra verde del arrozal,
se hallaron con las bombas incendiarias,
y las noches de nieve en descampado,
y a verse unos a otros, se miraron
convertidos en simios sanguinarios.
Os invito
a ser hijos de la Poesía
hermanos,
oh jóvenes hermanos!
Carlos Luis Sáenz
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