Habrá una noche para todos.
Una noche en que quepamos todos
para el viaje.
Cada hombre tendrá el peso necesario
para marcar la noche con su huella,
y la voz de la noche
tendrá el grato calor de lo bebido,
y la paz sin regreso de lo amado.
El brazo como un nuevo bastón de peregrino
donde apoyar la oscuridad,
las rodillas tensadas, verticales,
bajo el peso de una fe que no puede
beberse lentamente en las iglesias.
De los que amamos será el amanecer
cuando el descanso
se pegue de las manos y las muerda,
cuando el amor sea caminata, luz,
calor entre las vértebras del paso,
cuando la muerte no tenga sentido
porque su lengua de quietud no canta,
ni acaricia, ni se entibia jamás.
Habrá una noche para los que quieran
amanecer definitivamente.
Julieta Dobles Yzaguirre
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