lunes, 25 de abril de 2016

Tormenta

Al pueblo palestino
He allí la lluvia divina de Dios,
he allí la lluvia divina de su pueblo:
maná que cae del cielo.

He allí la lluvia divina, que inunda el rostro de los niños.
Tormenta eléctrica, aguacero desde el cielo oscuro,
iluminado por estrellas y planetas, radiantes luces,
oscurecidas por los relámpagos tormentosos.

He allí la lluvia divina de Dios,
Dios de los ejércitos, Dios del trueno,
Dios de la lluvia que inunda al pueblo.
He allí la lluvia divina de Dios,
que cae gota a gota, ahogando hombres y mujeres:
es el diluvio de Dios.

He allí la lluvia divina de Dios,
la lluvia que arranca brazos que araban la tierra,
la lluvia que arranca piernas que caminaban a la escuela,
la lluvia que arranca labios que besaban a los hijos,
la lluvia divina que sacrifica al pueblo.

He allí la lluvia divina de Dios,
lluvia árida, lluvia polvo, lluvia muerte
que le arranca el retoño a la mujer.
Tormenta que deja sangre en la Franja.
Tormenta que cae con toda la fuerza del ácido:
lágrimas agrias que malogran la tierra.

He allí la lluvia divina de Dios,
lluvia en Acre, lluvia en Deir Yassin, lluvia en Qibya, lluvia en Kafr Qassem, lluvia en Sabra,
lluvia en Shatilla, lluvia en Jenin: tormenta de más de medio siglo.

Aguacero y rocío combaten, grandes y gordas gotas contra un leve sereno.
Es el agua de Dios.
Agua salada de Mediterráneo, agua de muerte.
Tormenta en Gaza, templado en Netanya.


Marco Garita Mondragón

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